Febrero 2008
Compañero de viaje:
Recuerdo el día que elegimos caminar juntos por la ruta incierta de sueños impalpables.
Fue mágico el momento en que, coincidencialmente, nos enrutamos en el mismo viaje. Empacamos deseos, ideas, ganas, unos cuantos temores y mucha esperanza.
En el camino nos agotaba la carga en la espalda, por el peso insoportable de viejos recuerdos y heridas del alma. Qué suerte tuvimos en ese momento, porque juntos decidimos despojarnos de equipaje, en cada paso que dábamos. Pudimos alivianarnos, y con las manos disponibles, empezamos a construir la experiencia de encontrarnos.
De ahí en adelante, fue todo un camino de aprendizaje: nutriéndonos de vivencias, ampliando nuestra visión de vida; reconociendo nuestros errores, afirmándonos en nuestra esencia; y rompiendo paradigmas hasta apropiarnos de nuestras propias creencias. Así crecimos, compartiendo el deseo de ser mejores personas.
Una tarde, al mirarnos, nos descubrimos distintos; cada uno lleno de nuevos anhelos y ansiosos por lograr otros propósitos. El camino había encontrado bifurcaciones en su recorrido y fue difícil aceptar que teníamos que despedirnos. El corazón se desgarraba ante la idea de dejarnos, y soltar el pasado ya vivido; el vacío de la nada se expandía en el cuerpo, ante la incertidumbre de lo desconocido.
Hoy te escribo para sentirte cerca con mis palabras y poder envolverte con ellas en un abrazo. Ahora no se cómo terminar este escrito; quizá deba decirte lo que ya te he dicho… o tal vez necesite escuchar tus latidos… Sin embargo, prefiero quedarme con el silencio e imaginar que tu sombra se va perdiendo en el amanecer, hasta lograr verte claro en mi memoria y poder guardar tu imagen en mi historia.
Compañero de viaje:
Recuerdo el día que elegimos caminar juntos por la ruta incierta de sueños impalpables.
Fue mágico el momento en que, coincidencialmente, nos enrutamos en el mismo viaje. Empacamos deseos, ideas, ganas, unos cuantos temores y mucha esperanza.
En el camino nos agotaba la carga en la espalda, por el peso insoportable de viejos recuerdos y heridas del alma. Qué suerte tuvimos en ese momento, porque juntos decidimos despojarnos de equipaje, en cada paso que dábamos. Pudimos alivianarnos, y con las manos disponibles, empezamos a construir la experiencia de encontrarnos.
De ahí en adelante, fue todo un camino de aprendizaje: nutriéndonos de vivencias, ampliando nuestra visión de vida; reconociendo nuestros errores, afirmándonos en nuestra esencia; y rompiendo paradigmas hasta apropiarnos de nuestras propias creencias. Así crecimos, compartiendo el deseo de ser mejores personas.
Una tarde, al mirarnos, nos descubrimos distintos; cada uno lleno de nuevos anhelos y ansiosos por lograr otros propósitos. El camino había encontrado bifurcaciones en su recorrido y fue difícil aceptar que teníamos que despedirnos. El corazón se desgarraba ante la idea de dejarnos, y soltar el pasado ya vivido; el vacío de la nada se expandía en el cuerpo, ante la incertidumbre de lo desconocido.
Hoy te escribo para sentirte cerca con mis palabras y poder envolverte con ellas en un abrazo. Ahora no se cómo terminar este escrito; quizá deba decirte lo que ya te he dicho… o tal vez necesite escuchar tus latidos… Sin embargo, prefiero quedarme con el silencio e imaginar que tu sombra se va perdiendo en el amanecer, hasta lograr verte claro en mi memoria y poder guardar tu imagen en mi historia.