¿Es posible sentirse pleno y completo?

Familia, estudio, trabajo, comida, amigos, y aún ¡no es suficiente! Algo falta… Sientes una extraña sensación de vacío, aburrimiento, irritabilidad, incompletud, y quizá tristeza y melancolía. ¿Qué hacer entonces?

Lo primero es revisar-me, atender mis conversaciones privadas, es decir, todas aquellas cosas que nos decimos internamente: sobre mí mismo, sobre mi realidad y mi entorno. Al descubrir que gran parte de esas conversaciones son en términos negativos, en forma de quejas y juicios; encontramos una de las primeras razones por las que nos sentimos vacíos e incompletos: Mi forma de ver e interpretar las cosas. Con la cual, tenemos el poder de crear nuestra propia realidad. Por lo tanto, hay tantas realidades como personas en el mundo. Esta es la explicación de encontrar personas que se sienten bien y felices y otras que no.

Lo segundo es agarrar con pinzas mi forma de ver e interpretar las cosas y hacer el ejercicio de corroborar qué de eso me está limitando y qué de eso me permite avanzar. Por ejemplo, puedo empezar revisando ¿Qué sería estar pleno para mi? Más dinero del que tengo, salud, vida social, belleza… y esto también varía de persona en persona. Posteriormente preguntarme: ¿Eso sería realmente lo que me haría sentir pleno? Un indicador para saber qué pensamientos me están limitando, es la emoción que me produce ese tipo de pensamientos, ideas o creencias. Por lo general, podemos identificar aquellas que me traen sensación de bienestar, y las que me traen malestar. Al recordar los momentos, situaciones o acciones que me han traido sensaciones de bienestar, puedo tener una clave para encontrar mi plenitud; y entonces, comprometerme a vivenciar más este tipo de momentos. Otra manera es fundamentar mis juicios con hechos concretos que los validen, con lo cual podré darme cuenta que no son verdaderos, o que no siempre lo son. Hechos concretos son acciones o situaciones comprobables que afirmen ese juicio. Aquí encontramos otra de las razones, de esa extraña sensación de incompletud: reducimos la realidad a unos cuantos juicios y generalizaciones, lo que nos impide conocer el otro lado de la moneda. Incluso, estamos convencidos que solo hay un lado. Por ejemplo, nos decimos: “Siempre soy desordenado(a)” y así nos identificamos y presentamos ante los demás. Preguntarte: ¿Siempre soy así? ¿Ha habido alguna vez que he sido ordenado(a)? Depronto descubro que en mi trabajo, soy metódico y organizado, entonces me doy cuenta que sí hay una parte mía que puede ser ordenada. Así reconocemos que somos la misma moneda, con dos caras. Esto nos da una sensación de alivio, y tal vez caemos en cuenta que la incompletud, es sólo una de las tantas ideas que nos decimos a diario. Lo mismo pasa con lo que pensamos del entorno. Es muy común encontrar generalizaciones en las personas, y éstas no se dan cuenta que a través de ellas limitan sus experiencias. Por ejemplo, “no se puede confiar en nadie” “Si das la mano, te toman el codo” estas creencias son como filtros a través de los cuales, veremos la vida con sospecha, desconfianza, de pronto con apatía, y por lo tanto, nos perderemos la experiencia de relacionarnos con más soltura y profundidad; de construir lazos de amistad más fuertes, entre otras cosas.

Por último, me queda un largo y constante proceso de empezar a cambiar mi forma limitante de ver las cosas, es decir, empezar a ver lo que hay, lo que tengo, y dejar de gastar mi energía pensando en lo que me falta.Ver el vaso medio lleno y no medio vacío, agradecer por lo que soy y tengo en este momento; darme cuenta que tengo los recursos para obtener lo que necesito y comenzar acciones que me lleven a conseguirlo. Hacer un listado de todas las cosas por las que estoy agradecido, es un primer paso. Reconocer que soy yo quien elijo transformarme, para luego ver el mundo diferente, es otra manera de empezar a responzabilizarme, y dejar de culpar al mundo por mi incompletud. Finalmente, con compromiso y apertura, haciendo lo anteriormente mencionado, compruebo que hay mucho más de lo que creía y que la idea de que algo falta, es una de las tantas creencias limitantes que me digo a diario.

Por lo anterior, la respuesta a la pregunta inicial es: SI es posible sentirse pleno y completo. Sólo depende de que así lo elijas.

¿Qué sería significarte?

Eras tan jóven cuando por primera vez nos conocimos… No recuerdo muy bien, pero me sentía cómoda estando contigo; te escuchaba mientras hablabas y eras como un canto a mis oídos. A veces llorabas y yo me escondía callada, hasta que nuevamente sonreías y me saludabas. Después te pregunté si podía quedarme contigo y aunque, no estabas muy segura, me diste la bienvenida y empezaste a compartir tu vida con la mía. Qué miedo tenía el día que te miré a los ojos; fue emocionante encontrarnos, ¿recuerdas?, abrazarnos y sentirnos.

Ya han pasado algunos años, y hoy mientras escribo, me surge la pregunta: ¿Qué sería significarte? Una tarea larga y amplia, me respondo a mí misma, con la que tal vez, conseguiría pocas palabras para tratar de dibujarte. Sin embargo, las palabras podrían formar melodías con las cuales danzarías en mi memoria; y así le podría expresar al mundo la fortuna de tenerte y aprender de ti.
Significarte sería mirar atrás y encontrar imágenes de una jóven de cabello negro y piel canela, linda y esbelta, conquistando los corazones de sus compañeros de clase; desplazándose libre y flexible por el salón de gimnasia, contorsionando su figura y expresando su dulzura. También describiría las fotos de un album empolvado, (con lo cual sería inevitable estornudar), en las que te admiraría por ser la líder de comitivas en el patio de la casa de la abuela, la más nombrada entre la sala de profesores y la más reconocida en el aula de clases.
Hasta aquí, no sería suficiente tratar de plasmarte en palabras... Significarte sería como explicar el océano con una porción de mar. De todos modos, me esforzaré por hacerlo y lograr un boceto de tu ser con pinceladas de párrafos.
Significarte podría ser, contar los recuerdos que tengo durante tantos años que hemos vivido, y descubrir en ellos lecciones de perseverancia y optimismo, cordialidad y respeto, responsabilidad y honestidad. Sería como narrar la historia de una mujer que ha luchado por sus sueños, transmitiendo su energía y tenacidad a los que la rodean; amandose plenamente y lanzandose con valentía en el laberinto de la vida.

Me doy cuenta que significarte sería extrañarte en las noches que, arruyándome, te dormías a mi lado, cansada por la rutina del día y por la herida del corazón. Significarte sería también, afirmar que la mejor cura a esas heridas, es la fé y el amor; medicina que me has enseñado desde la primera vez que nos encontramos.

Significarte sería hablar de la entrega incondicional; describir la infinita presencia de un ser que te acompaña, a pesar de tus errores y de la distancia. Sería hablar del valor por el perdón, de la amistad sincera y el éxito en el trabajo. Con lo anterior, te nombraría como la belleza: siempre está, así no la veamos.

Estoy en la pausa del silencio: aquél momento en que no hay letras, sólo un espacio en blanco, mientras mi buscador atrapa nuevas palabras para significarte. Entonces, bajo hacia mi pecho, me sumerjo en mi intangible, y desde ahí te contemplo: cálida y sonriente, agradecida, soñadora, cariñosa y divertida. Desde esta mirada transparente, significarte sería re-significar tus exigencias como enseñanzas, tu enojo como la motivación para ser mejor y tu ausencia como momentos de reflexión.

¿Qué sería significarte? Sería recopilarte en un conjunto de vivencias y tratar de extraer un pedacito de ellas para sentirte cerca. Sería tratar de representarte y reducirte en unos cuantos pensamientos... Aquí desisto, paro en el intento, concluyo que no me alcanzaría el cielo para ilustrar tu grandeza y así, decido finalmente, inclinar mi cabeza y con las manos en mi pecho enaltecerte y honrarte.