El Amor

El Amor no tiene tiempo,
va y vuelve, y sin cansancio,
permanece en movimiento.

El Amor no espera,
se sumerge y desaparece,
y, sin darnos cuenta,
entra en el alma quieta.

El Amor llega,
y suspirando se sienta,
a contar estrellas.

El Amor se queda,
cuando trae sueños
y promesas.

Esa Noche

Esa noche, una mariposa revoloteaba en mi alma y el movimiento de sus alas iba al ritmo de los latidos de mi corazón. El silencio de la luna, acompañaba mi asombro, al tener enfrente lo que, hasta el momento, no había podido significar.

Entre las palabras que se expandían en medio de la quietud y la distancia, (aquélla que nos unía y nos separaba al mismo tiempo), vi volar la mariposa que hacía unos instantes cosquilleaba mi cuerpo. Sus alas amarillas impactaron mi mirada, y no hubo más letras que se escucharan, mientras ella se esforzaba por volver a danzar en el cielo.

Todavía no sé qué murió esa noche, o qué era lo que estaba renaciendo, sólo sé que fueron hermosos minutos en los que recordé la magia del universo; dóciles segundos en los que palpé la perfección de cada evento, la sincronía de cada encuentro, y el amor de la vida que llegaba sin miedo.

Esa noche, y desde esa en adelante, he explorado sensaciones; he acariciado sueños, y hasta he despertado, con los ojos abiertos, mientras trato de darle forma a lo que estoy sintiendo.

Aún no tengo claro cuánto durarán mis pensamientos, tal vez el tiempo que vive una mariposa, o los años que dure mi memoria; quizá sea un tiempo corto para quien lo calcula, suficiente para quien lo manipula e inmortal para quien perdura.

Ahora comprendo que no existe el tiempo cuando estoy presente, pues la sensación es como estar conociendo el mundo entero, sin ningún esfuerzo: expectante, agradecida, sorprendida, contemplativa, reconectada y nuevamente enamorada.

Esa noche, una mariposa nos regaló el secreto de que existíamos bajo el mismo cielo.