MIRAR-SE

Creo que mirar, es una acción habitual. Con los ojos abiertos, miramos constantemente lo que encontramos alrededor. También es fácil observar a los demás y captar rápidamente una primera impresión de ellos.
Por el contrario, mirar-se, es decir revertir la mirada a sí mismo, no es habitual y tampoco es fácil. Cerramos los ojos solo cuando necesitamos dormir; por lo general, no lo hacemos para captarnos y descubrirnos…

Cuando me miro, me tropiezo con tu silencio. Aquel silencio que sólo me dejó preguntas… Me estoy dando cuenta, que esto no es mirarme; que he caído en la trampa de abrir los ojos, para nuevamente mirarte y estar afuera.

Con esta conciencia, me propongo pensarme, sentirme, y me descubro entera: Desde la punta de los dedos de mis pies, hasta la coronilla de mi cabeza. En ese momento, suspiro de alivio… ¡Estoy conmigo! con la única persona en el mundo que me acompaña incondicionalmente, la que más me escucha y la que mejor me conoce.

Es algo tan obvio y a la vez tan significativo, que decido permanecer en silencio, con los ojos cerrados a ti y abiertos a mi alma. Me encuentro con todo un mundo complejo: un carnaval de emociones danzando por todo mi cuerpo, la locura de pensamientos abstractos; un corazón palpitando, el baúl de los miedos sin frenos… Encuentro una cantidad de recuerdos, imágenes volando por el cerebro; luego, llego a un océano calmo y en movimiento. Ahí me quedo… contemplándome.

Cuando abro los ojos, estoy más serena… puedo verte ahora sin enjuiciarte, ni extrañarte; simplemente, puedo observarte y continuar segura en mi viaje.

Mirar-se es la mejor manera de aquietar la incertidumbre.