El viaje del Crecimiento en Pareja


“Entre tú y yo, un camino extenso y un silencio eterno.
Una mirada, un beso.
La distancia de no tenernos, el suspiro al detenernos.
Entre tú y yo, un espejo.
Un encuentro.
La muerte instantánea y un nuevo nacimiento”

El hombre vive subjetivamente
[1], primer principio humanista que nos indica que cada uno de nosotros percibe el mundo externo de acuerdo a su propia experiencia de vida.

Desde este planteamiento se puede decir que hay tantas percepciones como seres humanos existentes en el mundo. Y entre tantas percepciones, el mundo no es uno para todos, sino que es el de cada uno.

La naturaleza humana trajo consigo la diferencia de sexos; fisiológicamente existe un hombre y una mujer concebidos el uno al otro para reproducir y conservar la especie. Socialmente, existen roles femeninos y masculinos para sostener el orden de una estructura estereotipada que impone a la mujer el papel de madre y al hombre el papel de productor.


Incluso las diferencias están trazadas: desde el nacimiento ya perteneces a uno de los dos “bandos” y con el tiempo, la interacción con los otros y las vivencias, te permiten desarrollar una estructura psicológica con la que percibes el mundo diferente al otro.

Desde la diferencia el otro se hace atractivo, complementario y perfecto. Con las diferencias el otro se convierte en la sombra repudiada de nuestro ser, el enemigo íntimo e imperfecto.

Enamoramiento

Teniendo en cuenta lo anterior se puede construir la historia de la pareja: un hombre y una mujer, se desarrollan en contextos diferentes y desde ahí forman su estructura psíquica; su pensamiento y percepción de las cosas se basa en su propia experiencia de vida. Un día se conocen y se atraen como dos polaridades opuestas; desde la diferencia se enamoran el uno del otro y se sienten como el mejor complemento existente en la tierra.


El otro es encantador en la medida en que veo las fortalezas que no tengo y quiero tener. La relación se torna viva y fugaz, el tiempo desaparece y la vida se reduce a un “nosotros”.

Enamorarse es amar las coincidencias, y amar, enamorarse de las diferencias
[2]

Muriendo de amor

Sin embargo, desde la propia subjetividad, las diferencias se convierten en desacuerdos y los desacuerdos en conflictos. La relación parece marchitarse en medio de una lucha de interpretaciones y pensamientos encontrados. Surge entonces la ruptura del mito del amor eterno
[3], el temor al final y a quedar sin alimento; una especie de muerte instantánea, que consume y apaga.

“Morir en la relación significa perder la ilusión de tenerte, incluso temer perderte. Siento temor a la inexistencia, a la finitud; a dejar de verte; a la incertidumbre de no saber si serás para mi y yo para ti; y a la idea de reconocer que no lo podré saber ahora”

Hay dos opciones: correr y huir ante la insatisfacción para “comenzar otra vez con otra persona mejor para uno”
[4] o descubrir en las diferencias la posibilidad de un encuentro personal consigo mismo.

Los problemas de pareja son problemas personales que se expresan en la relación[5]

Nuevo Nacimiento

La oportunidad de revisar en sí mismo lo que le molesta del otro y verlo como un espejo maravilloso en el camino de vida, es nacer nuevamente en la relación.

Reconocer que el otro despierta situaciones irresueltas del pasado y que, por lo tanto, no es él o ella responsable de la rabia, el dolor o la angustia que consumen; es renacer al amor.

El deseo de ser complementarios, de ser dos mitades en uno, se convierte en la necesidad de sentirse enteros para vivir plenamente con el otro en armonía interior.

A partir de lo anterior, se puede decir que la relación de pareja es “un viaje por un camino elevado psicológica y espiritualmente que comienza con la pasión del enamoramiento, vaga a través del escarpado trecho de descubrirse y culmina en la creación de una unión íntima, divertida y trascendente”
[6]

Desde la subjetividad, el otro es único e irrepetible, y por lo tanto diferente a mí. Este viaje no elimina las diferencias entre los dos, sino que invita a aceptarlas. Y en este sentido Bucay plantea: “Aceptarte empieza por aceptarme”

En conclusión se puede decir que la relación de pareja pasa por tres estaciones a lo largo del tiempo: el enamoramiento, el encuentro de la sombra o partes negadas y rechazadas en sí mismo y el crecimiento desde y con el otro.

La decisión de tomar el viaje de crecimiento en pareja implica la dolorosa incomodidad de reconocerse incompleto y necesitado del otro. Ya que cuando descubre que la pelea no es con la pareja, sino consigo mismo, puede asumir la responsabilidad de desarrollar los aspectos que ve en el otro y quiere tener, y de aceptar e integrar aquéllos que rechaza en si mismo.


[1] M. Martínez (1982): La Psicología Humanista. Pag 71.
[2]Jorge Bucay y Silvia Salinas (2004): Amarse con los ojos abiertos. Pag 59
[3] Jorge Bucay: El Camino del Encuentro. Pag 179
[4] Ibid Pag 290
[5] Jorge Bucay y Silvia Salinas (2004): Amarse con los ojos abiertos. Pag 64
[6] Jorge Bucay y Silvia Salinas (2004): Amarse con los ojos abiertos. Pag 291

La vida está llena de Caminos

Algunos caminos, te llevan a conocer mundos desconocidos e infinitos. Otros, te llevan por rutas transitadas, de viajeros exploradores. Y pocos caminos, te invitan a conocer la oscuridad, sumergiéndote en la niebla misteriosa del olvido.

Cada día, tu mirada se deleita con varios de estos caminos y tu pensamiento se enfrenta a la decisión de seguir sólo uno…

Así, la vida te muestra las posibilidades, y tú, con el poderoso don de elegir, construyes tu propio destino, mientras conoces a tu paso, caminantes que facilitan o limitan tu andar.

Cuál camino has elegido?