Hasta un nuevo encuentro Buenos Aires.


Todavía quedaban días de calor, cuando por primera vez exploré tus calles. Fue una madrugada, después de un largo viaje, en la que supe que vendrían largas distancias para lograr recorrerte.


Mientras me acostumbraba a habitarte, comenzaron las extrañezas que me producían sorpresa: arquitectura de estilo europeo, contrastada por edificaciones de estilo más “moderno”; ascensores de puerta corrediza, llaves de formas diferentes a las que conocía, tal como en las películas! Inodoros y duchas, no muy cómodos para mi. Variedad de medios de transporte con amplios horarios de circulación; paradas y estaciones bastante transitadas y la maravillosa Guía T: el librito de bolsillo que mejoraba mi sentido de orientación.

Por vos, conocí que el invierno no sólo ocurre en Diciembre, como en el norte del continente; y pude vivirlo 3 meses del año (o hasta más!). Conocí el efecto cebolla, con el que podía quitarme, uno por uno, los abrigos que traía puestos, dependiendo del lugar donde me encontrara. También descubrí mi propio invierno, a la vez que sufría el tuyo: aquellos días lluviosos del corazón; el frío del alma que no se quita ni con medio kilo de chocolate; la falta de fuertes emociones, las ganas de no levantarse y la necesidad del calor humano, del abrigo del abrazo y la motivación de un beso.

Con vos descubrí lo que es anhelar la primavera, cansarse de los días nublados y de los árboles desnudos; encontrar el renacer de las flores; los rayos del sol tras la ventana mientras tomas un pequeño desayuno con mate; y por supuesto, la lluvia inesperada que me obligaba a cargar el paraguas.

Por momentos, te sentía melancólica y a la vez sensual, como el distinguido y reconocido Tango que evoca tu pasado. Alguno que otro folclor escuché, cuando visité a tus hermanos en el norte: Iguazú me presentó a "Dios hecho agua" en las Cataratas; a Salta la vi desde lo alto; La Rioja dormía la siesta y no pude almorzar con ella y San Juan me invitó a conocer los enormes y deslumbrantes paisajes naturales del Valle de la Luna.

Te voy a recordar! Sobretodo aquellas noches en las que en medio de la conglomeración de gente, viajaba en el subterráneo después de un día laboral. Eran esas noches en las que me daba cuenta, cuánta gente te adora y desea habitarte; tantas personas de diferentes razas, naciones y religiones eligen venir a contemplarte. Te vuelves encantadora después de visitarte, y dan ganas de quedarse.

Voy a extrañar la cantidad de posibilidades culturales que se desarrollan en tu centro; las caminatas por los parques que te embellecen, los exquisitos helados que me animaban en un día de calor; las ferias artesanales los fines de semana y sobretodo, recorrer tus calles por largas horas, con confianza y calma.

Fuiste testigo de un importante proceso de crecimiento y en mi camino pusiste las personas clave para mi aprendizaje...

FUE UN VERDADERO PLACER CONOCERTE BUENOS AIRES.
HASTA UN NUEVO ENCUENTRO!!